Dos definiciones de Economía

Ciencia de las relaciones sociales para producir, distribuir, intercambiar y consumir bienes y servicios.
Ciencia del comportamiento social del uso de recursos limitados para satisfacer necesidades ilimitadas.

viernes, 7 de enero de 2011

Economía Ecológica y Ambiental. Una comparación.

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Análisis Comparativo entre la Economía Ambiental y la Economía Ecológica
Por: Roger Arias Alvarado

I. Nota Introductoria

La mayoría de los países desarrollados así como los de rápido crecimiento económico, le brindan poca importancia a la conservación ambiental, por cuanto existe la filosofía de que es preciso generar a través del crecimiento económico, los recursos necesarios que servirán posteriormente para el tratamiento de los desechos y estragos generados por las actividades productivas; es decir, crecer primero para limpiar después. Esta concepción se basa en el hecho de que un mayor ingreso per-cápita producirá en el largo plazo, una reducción del deterioro ambiental individual. Sin embargo, tal razonamiento no incluye una reducción de los problemas ambientales generales, es decir, los problemas acumulativos de la contaminación.

Bajo esa perspectiva, se encuentra el argumento simplista de que la protección del medio ambiente es un lujo y que los países de recursos limitados no pueden desviar recursos hacia tal actividad (Thomas y Belt, 1997: 22-24). Esta visión, podría conducir y está conduciendo ya, a costos extremadamente elevados para la sociedad y el medio ambiente y a la vez, amenaza la sostenibilidad del crecimiento a través de las pérdidas irreversibles en ciertos recursos naturales y ambientales por los altos costos que conlleva la limpieza posterior.

Si bien es cierto que algunos de los recursos naturales, pueden reproducirse o regenerarse por el efecto mismo de la naturaleza o por la acción directa del hombre, la racionalidad economicista y cortoplacista basada en la maximización del beneficio presente, ha llevado a la explotación excesiva de muchos de ellos a tal punto de amenazar su existencia, tanto para las generaciones actuales como para las generaciones venideras.

El presente ensayo, pretende realizar un análisis comparativo entre los fundamentos teóricos de la economía ambiental y los de la economía ecológica, mismos que con frecuencia tienden a utilizarse indistintamente, aún y cuando existen diferencias sustanciales. La investigación se centra en identificar las diferencias entre una y otra corriente a la luz de 6 indicadores, que el autor ha podido identificar.

II. Marco Referencial

El argumento principal de gran parte de la teoría económica, es que un recurso se explota de forma irracional o excesiva cuando no existen derechos de propiedad claramente definidos sobre el mismo, ya que el libre acceso al recurso hace que nadie tenga en cuenta las consecuencias futuras. Este argumento sin embargo, es discutible, dado que en muchos casos la eficiencia económica, (guiada por el afán del valor presente), conduce a la extinción de algunos recursos. Al respecto, Martínez Alier y Roca Jusment (2000: 328) sostienen que “las decisiones que siguen la lógica del beneficio privado, no tienen en cuenta las relaciones ecológicas de un recurso dentro de un ecosistema, para asegurar su estabilidad o resiliencia, sino que sólo consideran su capacidad de generar bienes comercializables”.

Esta interpretación, envuelve y trasciende el planteamiento de la economía de los recursos naturales que determina el manejo de los recursos tomando en cuenta los rendimientos máximos sustentables; ello implica, utilizarlos a un ritmo tal que corresponda a su tasa de regeneración natural y artificial, lo que se conoce en los textos como máximo de producción sustentable o límite de explotación del recurso.

Desde la perspectiva de la economía ambiental, se sostiene que es necesario buscar la optimización de los bienes naturales y ambientales. En esa dirección se considera que la mejor manera de garantizar un medio ambiente más saludable, es el mercado, acompañado de un sistema de propiedad privada, con los derechos de propiedad claramente definidos sobre los recursos. Este enfoque neoclásico, considera el deterioro ambiental como resultado de las fallas del mercado, entre las cuales se mencionan, (Panayotou, 1994: 57):

a) Derechos de propiedad mal definidos o no existentes, los cuales se consideran requisitos indispensables para el uso de los recursos, ya que quien no tenga seguridad de la propiedad de los recursos y de que ésta sea válida no se preocupará por la degradación del ambiente.

b) Recursos sin precio y mercados inexistentes o precarios, no hay un mercado para los recursos de acceso abierto, y por lo tanto tampoco existe un precio, pues no hay un propietario seguro y exclusivo que pueda exigir tal precio y negar el acceso al bien si no se efectúa el pago.

c) Bienes públicos, estos se caracterizan por generar externalidades cuya internalización es muy costosa porque se proveen en cantidades fijas, ya que se pagan por medio de impuestos independientemente de la cantidad que se consuma. Por lo que no deben ser provistos por el mercado sino que por el Estado y financiados con los impuestos que se recaudan.

d) La miopía, significa que se deben ampliar los horizontes de tiempo y las tasas de descuento para contar con beneficios más sostenibles en el largo plazo.

e) La existencia de externalidades. Consisten en el efecto que los actos de un agente económico producen en otro u otros agentes sin que hayan sido compensados por tales efectos.

Esta concepción de externalidad, está basada en un discutible subjetivismo ya que no toma en cuenta los aspectos intergeneracionales. Bajo esta visión, “la externalidad se produce no cuando existe algún impacto ambiental, sino solo cuando éste afecta a la función de beneficios de una empresa o cuando es percibido por las personas afectadas” (Martínez Alier y Roca Jusment 2000, pp. 104)

Por otro lado, existe un fuerte debate sobre la eficacia y la eficiencia de los distintos instrumentos de política ambiental, orientados a internalizar las externalidades sustentado en el principio de que “el que contamina paga” y a minimizar los impactos sobre el medio ambiente. Esta estrategia de internalización de externalidades, ha recibido la crítica de algunos y la defensa de otros entendidos en la materia. Hay quienes sostienen que llevar al mercado los bienes ambientales y naturales, es convertirlos en mercancías y por tanto permite que los posea aquel que los pueda pagar.

Bajo la perspectiva anterior, la venta de oxígeno a los países desarrollados mayormente contaminadores, por parte de los países con abundancia de bosques, no resuelve el problema ambiental sino más bien es una licencia para que continúen con la destrucción del medio ambiente. Refiriéndose a Costa Rica, (Fernández 2001: 19), argumenta que “...la tendencia en Costa Rica por tener una economía globalizada, hace que el ambiente se convierta en una mercancía y en un negocio particular rentable, ...el ambiente no se negocia... hay que luchar por una justicia ambiental, por una seguridad ambiental y principalmente por una solidaridad ambiental...”

De igual manera hay quienes sostienen que esta política, no implica convertir el ambiente en mercancía sino más bien es una forma de reconocer que éste posee diferentes expresiones de valor que trascienden el aspecto financiero -objeto de comercialización- y que llegan hasta los valores éticos, morales, de existencia, de opción futura y los indirectos. En ese sentido, y refiriéndose al recurso bosque, Segura, 2001: 5, sostiene que...“un pago por servicios ambientales, crea una nueva forma de entender al sector forestal, cambiando su concepto de receptor de incentivos a productor de servicios, aumentando así la conciencia ambiental que además es productiva, pues la gente piensa ahora en conservar el bosque y aprovecharlo de forma sostenible porque cree en ese tipo de producción”.

Tanto la visión Neoclásica como el enfoque Institucionalista de la Economía Ecológica, sostienen que existen fallas de política las cuales se pueden dar cuando el Estado no interviene y es necesario, así como cuando interviene y esto no es lo más beneficioso para la sociedad. Las fallas del Estado se pueden clasificar en tres tipos, (Panayotou, 1994: 85):

a) Fallas en materia de Proyectos, solo toman en cuenta la base financiera y no consideran las externalidades.
b) Fallas en Políticas Sectoriales, son las que no toman en cuenta los vínculos entre los diversos sectores de la economía.
c) Fallas en las Políticas macroeconómicas y de ajuste estructural, son las que tienen efectos negativos en la economía cuando se carece de una base microeconómica que pueda soportar la aplicación de esas políticas.

La visión de la economía ecológica en cuanto a los problemas ambientales y el agotamiento de los recursos naturales, trasciende el campo de acción de la economía ambiental y de la economía de recursos naturales, al incluir la evaluación física de los impactos ambientales de la economía humana, su planteamiento se orienta más a aspectos estructurales como el cambio de los patrones de producción y de consumo, para consumir menos recursos y energía y salvar el flujo de recursos que viene del ecosistema (transumo).

El encarecimiento de algunas fuentes de energía por ejemplo, puede conducir a cambio en la demanda de los consumidores y éstos pueden cambiar también las decisiones de inversión a largo plazo. Martínez Alier y Roca (2000:166), distinguen cinco estadios de ajuste de los consumidores: primero, los consumidores simplemente se ajustan para consumir menos energía; segundo, el criterio de la eficiencia energética se vuelve más relevante al comprar bienes que consumen energía; tercero, los oferentes desarrollan bienes más eficientes para responder a la demanda; cuarto, se impulsa la investigación y desarrollo de sistemas energéticos basados en energía renovable que permitan prescindir de los combustibles fósiles, y quinto, la localización de actividades, las infraestructuras y el modo de vida cambian para adaptarse a la situación de energía cara.

La economía ecológica contabiliza los flujos de energía y los ciclos de materiales en la economía humana, analiza las discrepancias entre el tiempo económico y el tiempo biogeoquímico y estudia también la coevolución de las especies con los seres humanos (Martínez Alier y Roca Jusment 2000: 14). De ahí entonces que el ser humano es considerado una especie más del ecosistema y por tanto las necesidades elementales de éste no se reducen a la alimentación sino que abarcan los servicios de diferentes tipos, proporcionados directamente por el medio ambiente, la destrucción de tales servicios, no es sustituible por el consumo de otros bienes o servicios.

Esta visión entonces, establece la interdependencia sistemática que existe entre la economía y los ecosistemas ¨como un proceso coevolucionario con fundamentos no neoclásicos basados en la biología evolutiva y en la física termodinámica¨ (Norgaard, 1984), en el que no se conocen ni en su totalidad ni con precisión los efectos actuales o futuros de esta interdependencia, sobre los componentes de los ecosistemas, incluidos los seres humanos. La enorme incertidumbre que existe sobre el impacto de las interdependencias, afecta tanto a las generaciones actuales como a las futuras, por lo que los cálculos monetarios a realizar, en los que habría que contar con los no nacidos, son completamente irrelevantes (Aguilera 1998: 64).

Si bien es cierto que todos los bienes de la biósfera, no pueden ser ubicados en el campo mercantil, todos los bienes mercantiles pertenecen a la biósfera y están sometidos a sus leyes que son las de la energía y la información, comunes a todos los elementos de la naturaleza. En ese sentido, el cálculo económico en términos monetarios no es eliminado por completo, sino más bien, es colocado en su verdadero sitio como un subconjunto de un contexto mayor.

Aguilera (1998: 66-68), establece cinco implicaciones en torno a la visión mercadocéntrica del ambiente, a saber:

a) Dado que una política de corrección de externalidades no puede garantizar, de ninguna manera las precondiciones para la supervivencia de las especies, los economistas que siguen analizando los problemas ambientales en términos de externalidades, pueden no sólo estar recetando políticas incorrectas, sino que además estar empleando bases conceptuales equivocadas para su análisis.

b) Ante la realidad según la cual los sistemas económicos son sistemas abiertos, se hace necesario emprender una seria reconstrucción de la economía para evitar el congelamiento conceptual, es decir, los conceptos de costos, beneficios, optimalidad y acción racional, necesitan ser dotados de un alcance mucho más amplio y de hecho, tienen que ser reformulados con referencia a las consecuencias ambientales, reales y potenciales derivadas de la producción, la selección de tecnologías, la asignación de imputs y la elección espacial.

c) Plantear las cuestiones ambientales, -la mayoría de las cuales tienen implicaciones sobre la propia vida de las generaciones presentes y futuras- en términos de preferencias, trivializa el planteamiento del problema aunque supuestamente intenta plantearlo de manera más objetiva para convertir todo en mercancía.

d) Debe dársele una importancia básica a los aspectos normativos o del marco institucional y no considerar como dados o caídos del cielo. Al margen de que la idea de desarrollo coevolucionario ya indica la necesidad de que el marco institucional evoluciona constantemente, es imprescindible la definición de normas y de objetivos específicos así como la elaboración de criterios adecuados para la evaluación apropiada de tales normas

e) La imposibilidad conceptual de llevar a cabo valoraciones monetarias de los beneficios y daños ambientales que se puedan considerar como relevantes, puesto que no existe intercambio mercantil con los sistemas biológicos.

En suma, la economía ecológica no es simplemente una especialización de economistas, es algo más amplio, es el estudio y la gestión de la sostenibilidad ecológica de la economía, en el sentido con que la palabra ¨sostenibilidad¨ se usa en la expresión desarrollo sostenible, (Martínez Alier y Roca Jusment 2000). Su interés se orienta más al ahorro de energía que a la búsqueda de soluciones temporales a los problemas ambientales, es decir, pretende salvar el transumo a partir del ahorro de energía exosomática, la cual depende de la economía, la cultura, la política y las diferencias sociales. Los países más industrializados, utilizan más energía para sus procesos de producción que los países pobres, de igual manera, las sociedades con ingresos mayores, tienen un consumo mayor, de ahí que la elasticidad-ingreso del uso de la energía (mide la relación entre el aumento del consumo de la energía con respecto al aumento porcentual del ingreso) sea también mayor.

III. Análisis Comparativo

El abordaje del análisis comparativo entre ambas corrientes ambientales (Economía Ecológica y Economía Ambiental), se ha considerado conveniente hacerlo a la luz de seis parámetros o indicadores, a saber: 1) objetivo perseguido 2) objeto de estudio, 3) enfoque de análisis, 4) fundamentos conceptuales, 5) concepción de valor, y 6) nivel de participación en la gestión del ambiente.

1. Objetivo Perseguido

La economía ecológica, tiene por objetivo, salvar el transumo (flujo de energías que provienen de la naturaleza) a través del uso austero de los recursos y de las fuentes renovables de energía, ello implica, propiciar cambios en los patrones de producción y de consumo tendientes a aumentar la ecoeficiencia y reducir el consumo per-cápita de recursos, sin perjudicar el nivel de vida de la población. Lo anterior se puede lograr a través del uso de recursos o fuentes alternativas de energía a partir de la innovación, que permita hacer un mejor uso de los recursos naturales. Ehrlich, R; Ehrlich, H y Holdren, J. (1989: 59) argumentan que ...es necesario contar con un flujo continuo de energía para mantener la vida en el planeta, puesto que toda la energía usada en la superficie de la tierra, de origen solar o nuclear, con el tiempo se degradará en calor.

En este orden de ideas, Daly (1996) plantea cuatro principios para la sostenibilidad, los cuales se resumen de la siguiente manera:

Primero, limitar la escala humana a un nivel sino óptimo, por lo menos dentro de la capacidad sustentable. Esto significa la elección simultánea de un nivel de población y un promedio de nivel de vida. La visión malthusiana de Daly, en la práctica resulta ser poco realista, por cuanto resulta difícil y hasta imposible, definir la escala humana óptima y la escala humana sustentable. La población no puede ni debe ser un obstáculo para la sostenibilidad, debería más bien enfrentarse el problema de la propiedad sobre los recursos naturales. Lo que debe limitarse, es la escala del transumo, hacia los ciclos de soporte ecosistémico de la vida, en un nivel compatible con sus capacidades de proporcionar los servicios ambientales esenciales.

Segundo, el progreso tecnológico para el desarrollo sostenible, debe ser creciente en eficiencia antes que en rendimiento. Esto implica diseñar el progreso tecnológico para aumentar la eficiencia pero no la eficiencia en el consumo de recursos. De nada serviría contar con tecnologías eficientes pero contaminantes.

Tercero, Los recursos renovables deben explotarse en base al máximo de rendimiento sostenido, lo que significa que las tasas de extracción de recursos, no deben sobrepasar las tasas de regeneración. Y las emisiones de desechos no deben exceder a la capacidad renovable de asimilación del ambiente .

Cuarto, los recursos no renovables se deben explotar a una tasa en donde se iguale a la creación de sustitutos renovables, esto significa, invertir parte de los ingresos del recurso no renovable, en generar o producir recursos renovables.

En suma, se trata de minimizar la pérdida de los servicios proveídos por el capital natural, aspecto que en algunos casos requiere de la conservación absoluta del recurso. Hay recursos que no pueden ser sustituidos por el capital elaborado por el hombre.

La economía ambiental se centra en la forma de corregir las externalidades con el menor costo para la sociedad, es decir, con la mayor eficiencia posible en términos económicos. Se pone énfasis en que los costos del control de la contaminación y el manejo del instrumento administrativo para dicho control, no excedan los beneficios de la reducción de la contaminación. Bajo esta lógica, se presenta la discusión sobre un conjunto de instrumentos tales como impuestos, cuotas, permisos negociables, subsidios por reducción de la contaminación, porcentajes de reducción uniforme y restricción de insumos entre otros.

La razón de aplicar un instrumento para corregir una externalidad, debe ser la de cambiar el comportamiento del agente contaminante. En tal sentido, la teoría establece que, deben gravarse los males y no los bienes; por tanto, un impuesto que se establece sobre cada unidad de contaminación y no sobre cada unidad de producción podría brindar un estímulo al agente, para disminuir el costo de reducir la contaminación, lo cual podría conducir a un cambio en el proceso de producción. Esto será posible, siempre y cuando el agente contaminante no tenga otra opción. Sin embargo, si el impuesto o cualquier otra sanción es internalizada en los precios de venta de los productos, difícilmente habrá un estímulo para cambiar el patrón de producción contaminante. En ese caso, aunque el instrumento sea eficiente en términos de eficiencia económica, resulta ser todo lo contrario en términos de eficacia ambiental y social.

Hay que observar que para garantizar no sólo la eficiencia sino también la eficacia de un instrumento en términos de reducir los efectos nocivos sobre el medio ambiente, debe tenerse presente que la entidad reguladora cuente con la potestad y capacidad de control sobre los agentes regulados. En la mayoría de países, la elección de uno u otro instrumento, así como la modalidad de aplicación del mismo, obedece a factores de carácter político, más que a aspectos de eficiencia. Al respecto, Stigler (1971), sostiene que “los afectados por la política ambiental, pueden beneficiarse o pueden sufrir debido a la elección del instrumento regulativo, y si los reguladores pueden beneficiarse de algunos actos de los agentes, tal como ofertas de apoyo político, pueden ser influidos a favorecerlos”.

Debe tenerse presente también que los instrumentos de política ambiental no garantizan mantener los niveles de contaminación en los límites de asimilación ambiental, por cuanto éstos son difíciles de determinar sobretodo por sus efectos trasngeneracionales. Resulta difícil por tanto, determinar los efectos de tal o cual actividad contaminante, sobre el ecosistema y las generaciones venideras.

En el caso de los permisos de contaminación negociables, se fija un tope máximo a la emisión permitida de contaminantes, de acuerdo a la capacidad de asimilación del ambiente y una vez que los permisos son repartidos entre los agentes económicos relevantes, pueden comercializarse bajo un conjunto de reglas preestablecidas. La distribución inicial de los permisos es realizada a través de mecanismos administrativos de asignación directa o por subasta. Estos permisos, han resultado ser relativamente efectivos, sobretodo porque cuando los precios de éstos son demasiado altos, las empresas se ven en la obligación de aplicar tecnologías más limpias en sus procesos productivos, tendientes a ahorrar energía y minimizar los desechos.

El mecanismo de los subsidios, consiste en pagar o brindar una contribución económica al agente que se preocupe por reducir sus niveles de contaminación y beneficiar así a aquellas empresas que contaminen por debajo de un nivel previamente establecido. La aplicación de este instrumento, fomenta la utilización de tecnologías más limpias y evita la sobreexplotación de los recursos. Hay que advertir, que en el largo plazo los subsidios pueden inducir la entrada de nuevos agentes contaminantes, lo cual puede resultar en un aumento de emisiones totales o una sobreexplotación de los recursos. De igual manera, la aplicación del subsidio recae sobre los contribuyentes, violando con ello el principio neoclásico de “el que contamina paga”, casi sagrado en el campo de la economía ambiental.

No obstante, el logro de la eficiencia y/o de la eficacia de cada instrumento, dependerá fuertemente de la colocación regulativa; de los recursos con que se cuente para hacerlos cumplir y de la voluntad y capacidad política para echarlos a andar. Cada uno de los instrumentos, su modalidad y magnitud de aplicación, presentan distintas resistencias, dependiendo del sector al que podrían favorece o al que podría perjudicar. Si bien es cierto que la aplicación de instrumentos de política ambiental han contribuido a minimizar el deterioro ambiental y a optimizar el uso de los recursos, poca incidencia han tenido en el cambio de los patrones de producción y de consumo ahorradores de recursos y de energía.

Resulta inadecuado y hasta cierto punto imposible, querer eliminar la contaminación con criterios económicos, pues desgraciadamente, casi siempre -ya sea por presiones de carácter económico o político- se les permite a las empresas, determinado nivel de emisiones de residuos o estándares de contaminación, superiores a la capacidad de asimilación de los ecosistemas, por lo que la acumulación de desechos continúa aumentando cada vez más.

2. Objeto de Estudio

La economía ambiental, se ocupa de valorar los bienes que integran el medio ambiente natural, para poder aplicar su lógica de coste beneficio, a través de implantar la definición de derechos de propiedad y el mercado sobre ellos o a través de la simulación de mercados para imputarles valores teóricos, a aquellos recursos ambientales y naturales que están fuera del mercado, pero que tienen un valor de uso y no de mercado.

Para ello, se apoya en métodos directos e indirectos, sobre el cálculo de coste de oportunidad, precios sombra, valoración contingente, etc. Al respecto, conviene resaltar el carácter subjetivo y poco práctico de los distintos métodos de valoración económica de los recursos naturales y ambientales, así como el hecho de que existen recursos a los cuales es imposible otorgarles un precio, dado que son invaluables desde el punto de vista económico.

En ese sentido, el objeto de estudio de la economía ambiental, “sólo se ocupa de aquello que, siendo de utilidad directa, para los hombres, resulte además apropiable, valorable y producible¨ (Naredo, 1998: 378). En definitiva, la economía ambiental se encarga de estudiar el problema de las externalidades, y la asignación intergeneracional óptima de los recursos agotables (Aguilera y Alcántara, 1994: 16). Se trata entonces de obtener los precios óptimos que indiquen la senda óptima que debe seguirse en la extracción de recursos agotables, conocido como el rendimiento máximo sustentable.

Sin embargo, esta concepción de asignación óptima de un recurso natural a través del mercado, pierde validez si se aborda desde la perspectiva intergeneracional, en donde no es posible conocer la demanda mundial del mismo aún y cuando se cuente con métodos cuantitativos como la econometría.. “La asignación intergeneracional de recursos agotables, proporciona un argumento en contra del individualismo de la teoría económica, dado que muchos de los agentes económicos relevantes aún no han nacido y no pueden por tanto expresar sus preferencias” (Martínez Alier, 1987: 44-46).

La economía ecológica por su parte, tiene por objeto de estudio, la interacción coevolutiva sustentable entre la sociedad y la naturaleza; es decir, la condición física de los bienes a gestionar y la lógica de los sistemas que los envuelven, considerando desde la escasez relativa y la renovabilidad de los recursos empleados, hasta la nocividad y el posible reciclaje de los residuos generados, a fin de orientar con conocimiento de causa, el marco institucional para que éste brinde ciertas soluciones, basadas en un razonamiento amplio de la biosfera y los recursos, con independencia de que sean o no valorados (Naredo, 1994: 378).

De esa manera, el objeto de estudio de la economía ecológica, trasciende del universo aislado de los valores de cambio y llega a la transdisciplinariedad, acompañada de un trabajo multidisciplinario e interdisciplinario, desplazando así el centro de gravedad de sus preocupaciones desde el sistema de valores mercantiles, hasta las condicionantes del universo físico y social que lo envuelven. En consecuencia, la tarea de la economía ecológica está orientada a diseñar mecanismos que no caigan en la trivialidad de los instrumentos de mercado, sino más bien diseñados sobre la base de indicadores físicos así como interpretativos cualitativos.

3. Enfoque de Análisis

Partiendo del hecho de que la economía ambiental es una ampliación de la economía tradicional neoclásica, la misma está orientada al uso óptimo de los recursos naturales y ambientales. Este enfoque considera que el mercado es el centro del sistema, se limita a proponer las asignaciones eficientes en el sentido de Pareto y a corregir las externalidades concebidas como fallas del mercado, pero le otorga poco interés a la escala del ecosistema que es al mismo tiempo fuente de recursos naturales y soporte de las actividades productivas de la sociedad.

En realidad, el ambiente es sensible a la escala física de la economía y el bienestar de la humanidad es sensible a la vez, al funcionamiento del ambiente. Si la economía sigue creciendo sin tomar en cuenta la escala y la disponibilidad de recursos, se logrará una situación de caos, por lo que debe ponerse especial interés en la importancia del flujo de utilización, de su escala óptima y también de la asignación óptima, concebidos como aspectos dinámicos y no estáticos.

La economía ambiental, considera que el deterioro de los recursos naturales es una falla de mercado, la cual se puede internalizar con la utilización de instrumentos de compensación económica. Tiene como principio básico, la expresión en términos monetarios de los recursos naturales y de las externalidades. Asimismo, plantea la condición de definir claramente los derechos de propiedad, pues de acuerdo a la teoría, es en base a ellos que se estimula a los agentes económicos para proteger el ambiente e internalizar los costos de la degradación que provoca la actividad productiva. Sin embargo, este enfoque, carece de la visión fundamental que se refiere a la interdependencia entre el hombre y la naturaleza.

El enfoque de la economía ambiental, adquiere un carácter antropocéntrico en el que todas las otras especies que habitan en el planeta Tierra, son las que tienen que estar disponibles para la satisfacción de los requerimientos de los seres humanos. Tiene como supuesto que el progreso tecnológico conduce al hallazgo de productos sustitutos de los recursos naturales; por lo tanto, le adjudica poca preocupación y ocupación a las barreras que pueda imponer el entorno ambiental y la disponibilidad de los recursos naturales para la producción. Por ser considerada una extensión de la teoría económica neoclásica tampoco considera el concepto de equidad.

Desde la perspectiva de la economía ecológica, se reconoce que todo sistema está compuesto por un conjunto de subsistemas interrelacionados entre sí, creando una unidad funcional básica. En esa lógica, un ecosistema está formado por comunidades de seres vivos (organismos), que mantienen algún tipo de relación entre sí y con el medio que les rodea.

Este tipo de unidad, se expresa en componentes que a su vez crean una cadena trófica entre ellos, a través de la cual se da la transmisión de energía y en donde cada eslabón de dicha cadena se alimenta y obtiene energía del eslabón precedente y en algunos casos sirve de alimento a un eslabón superior. Bajo esa concepción, la resiliencia (capacidad de autogeneración de una especie) tiene que ver con la capacidad de mantener la estabilidad de la cadena dentro de un ecosistema, teniendo en cuenta todas las relaciones ecológicas de un recurso dentro del mismo, pero desde una concepción dinámica.

Si el impacto que recibe el ecosistema es muy grande, entonces se rompe la resiliencia y si las fuerzas de la estabilidad (el magnetismo) hace que se vuelva nuevamente al equilibrio, entonces la resiliencia es grande, pero si ésta se rompe y conduce a resultados irreversibles, entonces la misma es pequeña. En consecuencia, la economía pone límites a la destrucción ambiental, y al consumo de energía que amenaza con la desaparición de los recursos y las especies incluyendo al hombre mismo, los sistemas económicos deben ajustarse a los retos impuestos por el ambiente y la naturaleza y no al revez.

La economía ecológica se interesa por las dimensiones de la economía y sus interacciones con el ecosistema, además de examinar los aspectos transgeneracionales. Señala que todos los sistemas económicos son subsistemas comprendidos dentro del sistema biofísico, que guarda una relación de interdependencia con la ecología. En ese sentido, el ecosistema impone una limitación físicas a la expansión del sistema económico. Si bien es cierto que la extinción de algunos recursos es el resultado de la explotación excesiva motivada por el afán del máximo beneficio privado, debe tenerse en cuenta también que muchos de los recursos naturales y ambientales no son parte de las transacciones en el mercado, pero sufren directa o indirectamente las consecuencias de la explotación comercial.

Otro aspecto importante de la economía ecológica lo constituye su enfoque transdisciplinario, multidisciplinario e interdisciplinario. En relación al primero, toma elementos de otras ciencias como la física, química y biología. Integra disciplinas y no solamente trasciende los límites de ellas, sino que genera nuevos conceptos y estructuras mentales para extender la teoría interdisciplinaria ( Proops, 1999).

La multidisciplinariedad se expresa en el hecho de incluir varias personas de diferentes experiencias y disciplinas para el análisis. En cuanto a la interdisciplinariedad, la economía ecológica rompe con los límites de la disciplina para el análisis de los problemas ambientales, “requiriendo que el equipo esté familiarizado con el instrumental económico y con la ciencia natural para entender el por qué de los efectos, las consecuencias y las expectativas” (Proos, 1999).

La economía ecológica, se convierte en un instrumento a utilizar, pero sobre bases controladas para conseguir soluciones que se adapten a determinados objetivos o estándares socialmente acordados, (Naredo, 1994: 376). Se trata entonces de una noción de sistema abierto, en donde el sistema económico es solamente una parte integrante de un ecosistema mayor caracterizado por interrelaciones tróficas.

El enfoque de la economía ecológica se preocupa por las dimensiones de la economía y sus interacciones con el ecosistema, además de considerar los aspectos transgneracionales, por lo que se convierte en un criterio compatible con el concepto de desarrollo sostenible, en su forma más aceptada y difundida por la comisión Brundtland, el cual se refiere a velar por el desarrollo de las generaciones presentes en términos de la disponibilidad de recursos, sin comprometer el desarrollo de las futuras generaciones.

Asimismo, considera a los sistemas de producción como flujos abiertos los cuales toman la materia y la energía, que no se pueden crear ni destruir. Los insumos de la producción son tomados de la naturaleza y del ambiente, como estos no se pueden destruir regresan al ambiente en forma de calor disipado y residuos materiales, que mediante el reciclaje pueden volver a ser parcialmente utilizados.

4. Fundamentos Conceptuales

La economía ambiental constituye una extensión y especialización de la economía neoclásica, basada en la yuxtaposición de conceptos económicos y ecológicos. La unidad de gestión de la economía ambiental está constituida por los recursos naturales y ambientales, de ahí que se considere la noción de propiedad privada, o definición de derechos de propiedad, como la estrategia más racional para optimizar los recursos.

Ha quedado demostrado, que por si sola, la privatización del medio ambiente no ha podido dar respuesta al grave deterioro ambiental. El mercado no es ni debe ser la solución de todo y para todo. Las pautas de consumo y los patrones de comportamiento en los procesos de producción ahorradores de energía y recursos, difícilmente se verán modificados por el mercado. En tal sentido, se requiere entonces que tales patrones sean influenciados mediante decisiones de carácter político, en donde el mercado esté al servicio de la sociedad y no la gente al servicio del mercado.

En el mercado sólo cuentan las demandas solventes. El precio que alguien está dispuesto a pagar -y también a recibir- depende siempre de cual es su poder adquisitivo. “Así, el mercado llevaría (como ya lleva allí donde existe), a que los pobres padeciesen mayores impactos ambientales que los ricos” (Martínez Alier, 2000: 114) El planteamiento de la contaminación óptima, podría ser valedero si se supiera que la contaminación tiene un efecto ambiental reversible; pero en la mayoría de las situaciones, existe una incapacidad para dar valores monetarios a todos los efectos ambientales, muchas veces desconocidos aún, irreversibles e inciertos.

La economía ecológica, con su enfoque de sistema abierto descrito anteriormente, establece las interrelaciones dinámicas entre el sistema económico y el conjunto de sistemas físico, social, natural y humano; es decir, plantea un enfoque ecosistémico. Tiene sus fundamentos en tres nociones de carácter biofísico, a saber (Aguilera y Alcántara. 1994: 28):

a) El reconocimiento de la primera ley de la termodinámica, la cual establece que “la materia no se crea ni se destruye, únicamente se transforma”. A pesar de que esta ley ha sido mal interpretada por algunos para justificar una visión mecanicista de la economía, (en el sentido de que ésta no agota recursos naturales y ambientales), la misma permite descartar la noción de externalidades ambientales, por cuanto de acuerdo con esta ley, la generación de desechos es inherente al proceso de producción y consumo y no es algo aislado, ocasional o ajeno a la economía.

b) La entropía o segunda ley de la termodinámica que sostiene que “la energía y la materia se degradan continua e irrevocablemente, desde una forma disponible a una forma no disponible, o de una forma ordenada a una forma desordenada”. Bajo este razonamiento, lo que confiere valor a la materia y a la energía, es su disponibilidad para ser usada, no así la energía y materia no disponible o ya utilizada, la cual debe ser considerada como residuo en un sentido termodinámico.

c) La imposibilidad de generar más residuos de los que puede tolerar la capacidad de asimilación de los ecosistemas, so pena de la destrucción de los mismos y de la vida humana y la imposibilidad de extraer de los sistemas biológicos, más de lo que se puede considerar como rendimiento sostenible o renovable, pues de lo contrario éstos se agotarían y terminaría también la vida humana.

La economía ecológica parte de fundamentos biofísicos, en donde la unidad de gestión apropiada es el ecosistema y no el recurso. El hombre no utiliza recursos naturales, sino ecosistemas y en la medida en que el sistema económico modifique los sistemas biológicos, el ser humano se ve a su vez obligado a adaptarse a los cambios generados por él mismo. Bajo esta condición, la privatización del medio ambiente es virtualmente imposible, los bienes ambientales son invaluables y la solución no está en llevarlos al mercado.

5. Concepción de Valor

En la perspectiva de la economía ambiental, el dinero es el lenguaje común para establecer el valor de los recursos naturales y los servicios ambientales; aunque no se excluyen, los valores éticos, morales, de existencia, y otros. Los principios de que “el que contamina paga”, “el que se beneficia paga” y “el que limpia cobra”, muy en boga dentro del campo de la economía ambiental, pone en evidencia el hecho de que para esta disciplina, el mercado es la única y confiable solución a los problemas ambientales. Bajo esta concepción, la preocupación no es tanto por la energía y los recursos naturales, sino por la contaminación y el deterioro del medio ambiente.

El supuesto de que el valor de los bienes naturales y ambientales, puede expresarse en términos monetarios equivalentes y que ese valor se basa en la utilidad o satisfacción que dichos bienes reportan para los individuos -valores que se establecen a través de los distintos métodos de valoración económica ambiental-, deja abierta la posibilidad de que éstos no le otorguen valor de cambio o valor de uso a determinados bienes naturales y ambientales, dado que para ellos, la existencia de los mismos, resulte ser irrelevante.

En este sentido, existen tres cuestiones en torno a las técnicas de valoración, que presentan problemas potenciales (Eberle y Hayden, 1994: 201): La primera, es el uso de una función de utilidad para calcular el valor; la segunda es la naturaleza hipotética de solicitar ordenaciones según el valor; y la tercera es la de validar los datos resultantes, es decir si el cuestionario mide lo que pretende medir.

En definitiva, la solución de un determinado problema ambiental a partir de los métodos de valoración de la economía ambiental, no está desprovista de una gran carga de subjetivismo y deficiencias, lo cual requiere y demanda la búsqueda de instrumentos distintos, no necesariamente de mercado. Aún y cuando existen distintos métodos para otorgarles valores crematísticos a las externalidades que el mercado no valora, éstos no son aplicables si el daño al ecosistema es irreversible.

La economía ecológica por su parte, no está simplemente interesada en la internalización exacta de las externalidades en el sistema de precios (puesto que resulta imposible cuando se desconocen los efectos futuros e inciertos de tales externalidades). “La cuestión es más bien poner límites ecológicos a la economía (a través de un debate abierto y democrático en el plano científico y político) y forzar luego a la economía a permanecer en estos límites gracias a una mezcla de medidas políticas, sin excluir las medidas basadas en la operación del mercado (Martínez Alier, y Roca Jusment 2000: 459). De este razonamiento, se deriva una nueva concepción del valor mediante la negociación y la mediación de los procesos políticos.

La economía ecológica, puede incorporar los aspectos crematísticos de la economía ambiental, pero esto es solamente uno de los aspectos posibles para enfrentar la problemática ambiental, dado que es una ciencia que tiene una responsabilidad hacia la sociedad y no puede jugar con la incertidumbre, puesto que, la puesta en juego es alta y puede amenazar con la sobrevivencia misma del planeta (Munda, 1998). Bajo esa perspectiva, existe una concepción inconmensurable de valor por cuanto se acepta el hecho de que existen muchos valores, todos legítimos y muchas veces conflictivos.

Al interior de la economía ecológica, existen marcos de referencia para la generación de indicadores físicos, tales como: 1) el espacio ambiental, en donde se valora el espacio que ocupa un país o el espacio promedio ambiental de los ciudadanos, respecto al consumo de recursos y energía y a la generación de desechos. Hay que medir por ejemplo, cuánto CO2 emite una nación, respecto a su población.

Proporcionalmente, todos los países más industrializados ocupan mucho más atmósfera de la que les correspondería; 2) la procreación primaria neta de energía que se refiere a la generación de biomasa por parte de los ecosistemas; y 3) el análisis multicriterio que constituye una metodología que toma en cuenta aspectos fisiológicos y éticos. El análisis multicriterio es interesante, puesto que permite la participación de muchos actores en la evaluación de los recursos naturales y ambientales y en la búsqueda de soluciones concertadas.

La economía ecológica debería poner interés en la creación de una función de coste energético que sirva de base para medir los costes físicos de producción. Asimismo, el ahorro de energía puede darse a partir del establecimiento de precios elevados para las energías de fuentes no renovables como la que proviene de los combustibles fósiles, de tal manera que se pueda crear un fondo para poder financiar el desarrollo de energías alternativas y el desarrollo de tecnologías ahorradoras de la misma, con efectos menores sobre el medio ambiente. No obstante, hay que advertir que no existe tecnología alguna que permita restaurar la pérdida de biodiversidad.

6. Nivel de Participación Social en la Gestión del Ambiente

El carácter individualista de la teoría neoclásica, está presente también en la economía ambiental, con relación a la gestión de los recursos naturales y ambientales. El hecho de considerar la externalidad como tal, da la impresión de que se trata de algo ajeno al proceso de producción, como algo indeseado y no como el resultado del proceso productivo y del sistema económico mismo. La externalidad, más que una falla del mercado, es un mecanismo de transferencia de costos a otros agentes.

Asimismo, la definición de externalidad está influenciada por una carácter individualista, pues se trata de los efectos que el proceso productivo de un agente genera sobre otro. Bajo esta concepción, la solución a tales externalidades, puede darse a partir de la negociación entre el agente provocador de los efectos contaminantes y el receptor.

Con esa lógica, pareciera ser que los efectos nocivos de las actividades productivas tienen una dirección particular sobre un agente específico, y no sobre la colectividad y el ecosistema mismo. Aún bajo el supuesto que la negociación sea con la colectividad, es difícil y quizá imposible contar con el consenso cuando los grupos son demasiado grandes; a tal grado que la negociación se realiza únicamente con los representantes de los grupos. Además, en la negociación no entran en juego las demandas y opiniones de los que aún no han nacido y que se verán afectados –más que los presentes- por los efectos de los contaminadores actuales.

De igual manera, desde la perspectiva ambientalista-neoclásica, la internalización de las externalidades, se hace a partir de una discusión técnica cerrada, en la cual se requiere de una autoridad técnica específica, la cual en la mayoría de los casos, no toma en cuenta ni las opiniones ni la participación activa de las comunidades afectadas para la solución de los problemas ambientales.

No obstante, en los últimos años, los planes de gobierno de muchos países contemplan en el campo ambiental, la participación local en la gestión de los recursos naturales y en la búsqueda de soluciones a los problemas ambientales. Esta situación podría conducir en algunos casos, a una transferencia del problema ambiental hacia las comunidades, en donde las autoridades tratan de evadir responsabilidad sobre el asunto; sobretodo cuando los recursos naturales y ambientales han llegado a un nivel de deterioro casi irreversible o de escasez como el caso del agua para consumo humano.

Dado que la economía ecológica está interesada en mantener el acervo, (entendido éste como el inventario total de bienes de consumo, de producción, y población humana capaz de satisfacer deseos humanos, tanto relativos como absolutos); demanda necesariamente la búsqueda del consenso a través de todos los involucrados, sean éstos contaminantes o contaminados. Más que interesarse por internalizar externalidades, está interesada en mantener la cantidad y calidad del acervo, de ahí que, para que los servicios que provienen del ecosistema sean de mayor utilidad, la sociedad en su conjunto debe interesarse y velar por el buen uso de los recursos naturales y ambiéntales.

En consecuencia, la visión de la economía ecológica es de conjunto y por tanto, la búsqueda de soluciones no sólo a los problemas ambientales evidentes sino al ahorro de energía, y de recursos, es el resultado de la multiplicidad de participantes con perspectivas distintas. Se requiere entonces, de la participación activa de todos los actores sociales, políticos y económicos en la definición de soluciones, en donde las distintas perspectivas complementarias se articulan en un diálogo racional y en el que los aspectos éticos adquieren una importancia relevante, para derivar recomendaciones políticas que incluyan o que adviertan sobre los límites de la incertidumbre y el manejo, es decir, conclusiones de tipo metodológico y ético, que adviertan que estar seguro es mejor que estar en el óptimo, lo cual implica minimizar los daños futuros de carácter irreversible o desconocidos.

IV. A Manera de Conclusión.

Existen grandes diferencias entre el énfasis de la economía ecológica y la economía ambiental. Sin embargo, a pesar de las mismas, los avances en dichos cambios, pueden posibilitar oportunidades de integración entre ambas corrientes.

Tanto en la economía ecológica como en la economía ambiental, hay un enfoque dominante basado en el capital, pero diferenciado en la discusión de sustituibilidad entre el capital producido por el hombre y el capita natural. El enfoque de la economía ecológica, es el de una sostenibilidad fuerte, que establece límites bien definidos a la actividad humana y considera que mantener un acervo de capital agregado, es una condición necesaria pero no suficiente; ello implica, considerar ambos tipos de capital como complementarios y no como sustitutos. Se debe mantener una cantidad crítica del acervo de capital natural, para evitar daños irreversibles, dado que como sostiene Turner, (1999) ¨en el largo plazo, no es posible reemplazar las condiciones que permitan la vida por capital elaborado por el hombre.

La economía ecológica, reconoce que la economía convencional asigna recursos, pero no puede seleccionar la escala óptima; por tanto, debe haber un principio de separabilidad entre las decisiones de escala óptima y la asignación que determinan las políticas ambientales. El factor limitante en este caso, es el capital natural que se encuentra en una relación de complementariedad y no de sustitución con el capital elaborado por el hombre. Bajo esa visión, la escala no es un asunto de asignación, por tanto no tiene cabida en el mercado.

Los mecanismos de mercado utilizados por la economía ambiental, para internalizar las externalidades, se ven limitados al no considerar el nivel de escasez social, absoluta e intergeneracional de los recursos. Existen impactos ambientales cuya magnitud temporal, es imposible de predecir.

Tanto la economía ambiental como la economía ecológica, presentan grandes limitaciones. Las primeras han sido discutidas ampliamente en el documento. En cuanto a la economía ecológica, hay que reconocer que es una disciplina relativamente reciente, todavía en proceso de construcción y por tanto presenta limitaciones relacionadas con la construcción de indicadores físicos distintos a los de la economía ambiental.

Además, a esta última disciplina le hace falta plantear argumentos con viabilidad de carácter político, para poder operativizar de mejor manera su enfoque. Hay que tener presente que las políticas ambientales, van orientadas según los intereses de los grupos de presión, los cuales son múltiples y conflictivos.

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